Manifiesto de las mujeres luna
Con motivo del Día de la mujer trabajadora
"PARA CADA MUJER UNA ROSA SIN ESPINAS, UNA VIDA LLENA DE FELICIDAD"
Ella dormía de lado. Cara a la pared. Igual que niña. Y antes que niña. Sin apenas moverse. Como un volcán muerto. Como una piedra viva. Hasta que un dolor intruso y punzante en su pecho izquierdo expulsó a los sueños de las profundidades. Al principio confundió aquel daño inesperado con un toro blanco que emergía del mar para fecundarla y engendrar un monstruo. Luego creyó que le florecían acericos bajo las sábanas. Y después que una tormenta eléctrica le impactaba a un milímetro del corazón. Abrió los ojos. Asustada. Sudando. Se enfrentó al espejo. Desnuda. Con la yema del índice se presionó alrededor del pezón. Me duele. Abajo. Y activó sin quererlo una mina sin explotar. El oncólogo le dijo que era cáncer. Y que llegaba demasiado tarde para salvar el pecho, aunque justo a tiempo para conservar el resto de su cuerpo. Perdió peso. El pelo. Y el pecho. Pero no la luz de los ojos. Ni la sonrisa. Ni la esperanza. Ni la vida.
Si tuviéramos que hacer caso de la etimología convencional, a y mazon equivaldrían a mujer sin pecho. De ahí nace el falso mito de las guerreras que se amputaban un seno para que no le estorbara al tensar sus arcos. Nosotras preferimos creer a Robert Graves quien le atribuye origen armenio a la palabra amazona: “mujer luna”. Como Pasífae. La mujer que brilla. La mujer que engendró al minotauro. El animal más humano. Más incluso que muchos hombres que matan y golpean a sus mujeres luna. Como ella. Hoy se ha vuelto a mirar al espejo. Se acepta. Distinta. Asimétrica. Y se siente luna blanca en mitad del cielo negro. Amazona. Guerrera. Viva. Mujer.
También son mujeres luna las emprendedoras que trabajan día y noche fuera de casa para volver a trabajar en casa cuando regresan agotadas. Y las mujeres luna con carrera que están protagonizando una segunda emigración en busca de empleo cualificado fuera de Andalucía. No es un problema que tengan otras comunidades. Ocurre aquí y aquí debemos encontrar solución. Nosotras que somos feministas y andalucistas hemos aprendido que los hombres y las mujeres no habitan en burbujas en el limbo, sino en un espacio y tiempo concretos. En culturas y estructuras políticas concretas. Y con problemas concretos que se resuelven con partidas presupuestarias y competencias jurídicas concretas. No es igual ser mujer jornalera en Andalucía que Ministra en Madrid. Ni parada en Sevilla que en Cazalla. De ahí que necesitemos mecanismos jurídicos y económicos netamente andaluces para solventar los problemas específicos de las mujeres de Andalucía.
En verdad, todas las mujeres son mujeres luna. Todas somos mujeres luna. Y todas ellas, todas nosotras, como decía Adrienne Rich, “lo que necesitamos como mujeres no son expertos y expertas sobre nuestras vidas, sino la oportunidad de nombrar y describir las verdades de nuestras vidas tal como las hemos conocido”. Esta es nuestra verdad. Quieran los dioses o la ciencia que se extinga la especie de las mujeres luna porque ya no necesiten disparar más flechas. Y quieran los dioses y la ciencia que la luz femenina que irradian permanezca intacta sobre la tierra, para que las sombras del pesimismo inútil dejen de oscurecernos los ojos y de agriarnos la sonrisa. Porque nada hay comparado con la vida. Y la vida, como la tierra y la luna, como la paz y la esperanza, como la libertad, como Andalucía, tiene nombre de mujer.
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