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Era un artículo lleno de poesía, de rabia, de dolor y de esperanza. Antes de que se iluminen los árboles del centro histórico de nuestras ciudades, y sus reflejos centelleantes nos adormezcan quiero reflejar algunas cosas que tres lustros después siguen horadando mis entrañas, al igual que lo hacían con Carlos Cano.
A pesar de las continuas campañas que los gobernantes en el poder desde 1980 han ejecutado periódicamente y de que los niveles de bienestar han aumentado globalmente, ni siquiera “hay de tó pá la boca”. Convivimos con vecinos alrededor, y son más de un millón, que sufren diariamente la desvergüenza del paro, de los embargos de sus viviendas que no pueden pagar porque han caído precisamente en el paro.
Los niveles educativos de nuestros hijos e hijas siguen estando entre los que cuentan con más abandono y fracaso escolar. Las esperanzas de futuro de nuestros jóvenes de integrarse laboralmente e independizarse son cada vez más escasas.
La ilusión que generó aquel 4 de Diciembre de 1978 de que en Andalucía se iba a acabar la humillación de la emigración, la dependencia económica y política se ha desvanecido. La han desvanecido mejor dicho. Los gobernantes de los últimos 30 años y los que desde Madrid y aquí mismo en Andalucía callaban ese hacer, han permitido que Andalucía no cuente ni en España ni en Europa. El ejemplo de la venta de Cajasur es paradigmático.
Y ahora quieren gobernar ellos para seguir ahondando la invisibilidad de Andalucía, para seguir los dictados de Madrid. Incluso para traernos las técnicas de la corrupción. Como si aquí no se hubiera fomentado bastante por los actuales.
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